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¿Qué es la responsabilidad afectiva?

Edad sugerida: 14 años a +

Desde pequeñas/os nos han enseñado a ser responsables con nuestras tareas del colegio y tareas de la casa. Conforme vamos creciendo, se nos asignan mayores responsabilidades como estudiar una carrera, cuidar de alguien y/o realizar un trabajo.

Asumir dichas responsabilidades es importante. Así como, también lo es ser consciente de que nuestras acciones, palabras y gestos tienen un impacto (positivo o negativo) en los demás. Esta habilidad es conocida como responsabilidad afectiva, y al igual que cualquier otra, requiere esfuerzo y práctica para desarrollarla.

¿Cómo desarrollar mi responsabilidad afectiva?

1. Identifica tus emociones

Hay situaciones en las que es normal sentirnos tristes, molestas/os y/o con miedo. A pesar de que nos han dicho que estas emociones son «malas», en realidad son igual de válidas que cualquier otra y cumplen la función de protegernos. Identificar cómo nos sentimos nos permitirá ser más conscientes de las acciones que corresponden con cada emoción. Si dichas acciones no resultan ser muy funcionales para nosotros o para los demás, podríamos entenderlas y hacer un esfuerzo por cambiarlas.

2. Comunica cómo te sientes

El resto de personas no puede adivinar cómo nos sentimos, aunque parezca obvio. Si las acciones, palabras y/o gestos de alguien nos incomoda, o por el contrario nos genera bienestar, lo mejor es comunicarlo. Así establecemos límites y el resto de personas sabrá cómo comportarse con nosotras/os.

3. Realiza una pausa antes de actuar

No todas las situaciones requieren una respuesta inmediata. Es usual que con la emoción de momento actuemos de forma equivocada y/o hiriendo los sentimientos de los demás. Poner en práctica la responsabilidad afectiva significa detenernos unos minutos a pensar: ¿Cómo lo qué voy a decir o hacer afectaría a la otra persona? ¿Es necesario o lo puedo evitar?

No se trata de sobreproteger a las/os demás o ponerlas/os siempre por encima de nuestras necesidades. Si no, evitarles un sufrimiento innecesario.

4. Aprende a pedir disculpas

¿Sabemos realmente pedir disculpas y asumir la responsabilidad de nuestros actos o solemos justificarlos y/o culpar a la otra persona?

Es importante hacer esta reflexión y no es tan sencillo de identificar. Por ello, les dejamos algunos ejemplos:

  • Justificarse: «Perdón por lo que te dije, pero estaba estresada/o y no tuve otra opción»
  • Culpar al otro: «Perdón si mal interpretaste lo que dije»
  • Pedir disculpas: «Perdón, actué de forma equivocada y te hice sentir mal. Trataré de que no vuelva a suceder».

 

Practicar la empatía junto con la responsabilidad afectiva nos permitirá tener una relación más saludable con los demás y con nosotros mismos. Todas/os podemos esforzarnos por ser mejores personas cada día.

 

Escrito por:

Isabela Reyes Gonzales
Estudiante de Psicología de la Universidad de Lima.